lunes, 5 de diciembre de 2016

A la chita callando


G. asiste cada tarde a rezar el Rosario a la iglesia de su pueblo. Como le ocurre a la mayoría de los niños, se aburre como una ostra en esos rezos repetitivos e interminables. Un día, se sienta tras una mujer que, dándoselas de piadosa, se duerme siempre. Lleva para protegerse del frío burgalés un chal que termina en unos flecos muy largos. Así que G. decide entretenerse trenzándolos. Pero no sólo unos con otros. Además, el entrelazado incluye las maderitas del asiento en el que duerme la señora. Cuando termina el rezo y la mujer hace ademán de levantarse, el asiento se eleva con ella y se arma una buena. Pero claro, cuando la afectada va a poner una queja a los padres de G., éstos tienen que contener la sonrisa, porque todos en el pueblo saben de las siestas de la susodicha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario